Así, con todas las letras.
Para mi profesor, y decano de la universidad en la que actualmente estudio, Agustín García Matilla, la educomunicación aspira a dotar a toda persona de las competencias expresivas imprescindibles para su normal desenvolvimiento comunicativo y para el desarrollo de su creatividad.
Para mi, significa interesarse por el alumno, por despertar su interés hacia el mundo, no solo hacia su materia, y darle las herramientas necesarias para ello.
Esto no es fácil. Desde el lado del alumno no se aprecia el esfuerzo por parte de profesores y educadores. Hay que tener en cuenta que la generación que se dedica a la enseñanza, suele estar separada por una brecha de edad de alrededor de 30 años con respecto al estudiante.
La cual implicaría un cambio en la tecnología y la mentalidad de los alumnos, y lo que es mejor, la transformación de la mentalidad respecto a las nuevas tecnologías.
Un ejemplo, la televisión se inventó en 1925, y tras popularizarse e instalarse en la mayoría de los hogares de todo el mundo, no fue hasta el año 1969 que se usó con fines educativos, con la famosa serie "Sesame Street".
¿Qué quiero decir con esto? Que cualquier nuevo elemento que tenga impacto social puede utilizarse en beneficio de la población. Y no me refiero a programas de entretenimiento, ficción, etc. sino contenidos que aporten algo al espectador, cultura, idiomas o conocimiento en cualquier materia.
También hay que tener en cuenta, como he mencionado antes, el abismo de edad que separa a los educadores de los educandos. Nuestra generación ha nacido, o se ha criado en la era digital, somos nativos de ella, mientras que nuestros profesores no. Esto debe de suponer un gran esfuerzo por su parte a la hora de encontrar lo que nos apasiona, entenderlo y adaptarlo en su beneficio.
Por estas razones, y muchas más, no debemos subestimar a nuestros profesores. Tenemos que valorarlos según su nivel de implicación con el alumnado, no en relación a la asignatura que imparten.